


SOLEDADES 2017
LA SOLEDAD EN COMPAÑÍA Y ENSAYOS
SOBRE EL CÓMO LIBRARME DE ELLA
Invierno / Primavera 2017
La pasión de decir/2
Ese hombre, o mujer, está embarazado de mucha gente. La gente se le sale por los poros. Así lo muestran, en figuras de barro, los indios de Nuevo México: el narrador, el que cuenta la memoria colectiva, está todo brotado de personas.
Eduardo Galeano. El libro de los Abrazos.
Es hermoso -dijo la serpiente-. ¿Qué vienes a hacer aquí?
Tengo problemas con una flor -dijo el principito.
- ¡Ah! -dijo la serpiente.
Y se callaron.
-¿Dónde están los hombres? - prosiguió al fin el principito-. Se está un poco solo en el desierto...
-También se está solo entre los hombres -dijo la serpiente. (...)
El principito subió a una alta montaña. (...)
"Desde una montaña tan alta como ésta -se dijo entonces- veré de golpe todo el planeta y todos los hombres."
Pero sólo vio ajugas de rocas muy afiladas.
-Buenos días -dijo por si acaso.
-Buenos días... Buenos días... Buenos días... respondió el eco.
-¿Quienes sois? -dijo el principito.
-Quiénes sois...quiénes sois... quiénes sois...
-respondió el eco.
- Sed mis amigos, estoy solo -dijo.
-Estoy solo... estoy solo...estoy solo... -respondió el eco.
"Qué planeta más extraño -pensó entonces-. Es completamente seco, puntiagudo y salado. Y los hombres no tienen imaginación. Repiten lo que se les dice... En el mío tenía una flor: ella siempre hablaba la primera..."
Antoine de Saint Exupery. El principito.
EL mundo.
Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.
No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende.
Eduardo Galeano. El libro de los abrazos.
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